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Mucha gente en los Estados Unidos podría preguntarse, si el migrar es tan difícil, incierto y peligroso, por qué muchas personas lo hacen.
Los motivos de la migración a menudo se clasifican como “empujar” o “jalar”. La economía, la cual consideré en la primera parte, “jala” a las personas migrantes hacia una nueva nación.
Otro factor significativo es la violencia que se sufre debido a gobiernos indiferentes y corruptos que no se preocupan por las personas, o a gobiernos ineficaces que son incapaces de resolver sus propios problemas.
Por lo tanto, han surgido muchos abusos que amenazan la vida de las personas y les “empujan” a migrar.
Acabo de escuchar en las noticias la historia de una joven hondureña de 16 años. Las pandillas en su ciudad natal amenazaron con matarla, si no ganaba dinero para ellos por medio de la prostitución o la venta de drogas.
Enfrentando estas amenazas, dejó todo y decidió migrar hacia el norte, a los Estados Unidos. Éste es sólo un ejemplo, entre muchos.
A menudo, para muchas de estas personas, la muerte está a la vuelta de la esquina. ¿Cuál es la alternativa? Morir allí o morir en el camino hacia la búsqueda de una vida mejor.
La segunda opción, aunque teñida con la posibilidad de sufrimiento y muerte, al menos provee un cierto sentido de esperanza.
Es bien sabido, también, que muchas de las personas inmigrantes y refugiadas preferirían quedarse en sus países de origen, si pudieran encontrar maneras de mantener a sus familias, o si pudieran vivir en condiciones de vida seguras y pacíficas (espirituales, materiales, físicas y emocionales).
¿Qué podemos hacer como iglesias para ayudarles a florecer dónde están?
Si bien es cierto que la persona ciudadana común de los Estados Unidos, como usted y yo, no puede hacer mucho para cambiar las dinámicas económicas mundiales, o para desafiar a los gobiernos que a veces son corruptos y que no protegen a sus habitantes de las pandillas y la violencia, creo que podemos hacer algo como personas e iglesias si compartimos nuestros recursos.
Al hacerlo, podremos mejorar la economía personal de la gente, la calidad de vida de las familias y tal vez, de ciudades completas.
También es verdad que a menudo, como personas e iglesias, sentimos que no tenemos suficientes recursos alrededor nuestro, y mucho menos recursos para compartir.
Sin embargo, la verdad es que las personas en los Estados Unidos han sido bendecidas con muchos recursos.
Tantos, que a menudo escuchamos un llamado en este país a vivir de maneras más simples y modestas para evitar el gasto excesivo de estos recursos.
Para la gente cristiana, el mensaje bíblico es claro: cuando una persona era bendecida con algo, era para bendecir a alguien más.
¿Cómo podemos bendecir a la gente más allá de las movilizaciones para orar y protestar? Una opción es que nos compartamos como personas y a nuestros recursos también, en proyectos de desarrollo comunitario que involucren:
- Cuestiones económicas.
Si bien es bueno dar dinero o bienes a las personas, es mejor ayudarles a encontrar una forma de abastecerse por sí mismas.
Por lo tanto, iniciativas que apoyen y promueven las economías locales, tales como cooperativas, micro préstamos y mercados de comercio justo, son buenas maneras de ayudar a las personas, familias y grupos locales responsables a encontrar medios para mantenerse continuamente.
- Cuestiones educativas.
Debido a problemas de violencia y pobreza, las personas no tienen acceso regular a la educación básica. Esta falta de educación, la mayor parte del tiempo, conduce a una vida de pobreza.
¿Hay alguna manera de que las iglesias brinden educación básica a las comunidades necesitadas? ¿Qué tal el apoyar esfuerzos para enseñar un oficio como la costura, la plomería o la construcción de muebles? Este conocimiento proporcionará esperanza a individuos y familias, así como una puerta para escapar de la pobreza extrema.
- Cuestiones de salud y cuidado mental.
El apoyo al suministro del cuidado básico de la salud ayudará a las comunidades a desarrollar una mejor calidad de vida.
Además, una comunidad que fomenta la práctica de actividades saludables (artesanías, deportes o expresiones artísticas) entre todas las personas, pero especialmente entre la gente joven, puede estar sujeta a menos manifestaciones de violencia.
Pensar en los millones de gentes necesitadas en el mundo puede ser muy abrumador para cualquiera persona.
¿Qué tal si pensamos e invertimos sólo en una comunidad pequeña? Tal vez, una iglesia aquí en los Estados Unidos puede encontrar una iglesia hermana en un país necesitado, y asociarse con ésta para trabajar en conjunto en este tipo de esfuerzos.
Cuando Jesús inauguró el reino de Dios en esta tierra, no trató solamente con la vida espiritual de las personas, sino con la vida completa de éstas.
Por lo tanto, como personas seguidoras de Jesús que buscamos vivir de acuerdo a su ejemplo, tenemos que predicar tanto en casa como en el extranjero, no sólo el lado espiritual de las buenas nuevas, sino también el lado práctico e integral que involucra todas las áreas de la vida.
Si hacemos esto, muchas personas vulnerables en el mundo realmente comprenderán y experimentarán el inmenso amor de Dios, allí mismo, en su propia tierra y con sus propias familias y amistades.
Nota del editor: Esta es la segunda parte de una serie de dos segmentos. La primera parte está disponible aquí.
Nora O. Lozano is professor of theological studies at Baptist University of the Américas and executive director of the Christian Latina Leadership Institute in San Antonio, Texas.
Nora O. Lozano es profesora de estudios teológicos en la Universidad Bautista de las Américas (Baptist University of the Américas) y directora ejecutiva del Instituto Cristiano para Líderes Latinas (Christian Latina Leadership Institute) en San Antonio, Texas.