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Los beneficiarios de DACA pueden dormir bien en las noches, por el momento.

Ese es el mensaje que parece resumir la decisión de la Corte Suprema del 18 de junio, que impide la deportación inmediata de alrededor de 700,000 residentes que llegaron a los Estados Unidos cuando eran menores.

En su decisión, el Tribunal Supremo declaró que el Departamento de Seguridad Nacional (DHS por sus siglas en inglés) no hizo un análisis razonado para fundamentar su cancelación del programa  Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés). Como resultado, el Tribunal Supremo concluyó que la determinación de la agencia fue arbitraria y caprichosa.

Este razonamiento del Tribunal afecta de diversas maneras a los beneficiarios de DACA, al gobierno y a la comunidad legal.

En primer lugar, el fallo permite a los beneficiarios de DACA mantener su protección contra la deportación, al menos por ahora.Los beneficiarios de DACA deben continuar renovando sus solicitudes de DACA para evitar acumular tiempo de presencia ilegal en los Estados Unidos.

Por otro lado, la decisión de la Corte Suprema le provee al gobierno de los Estados Unidos un marco de referencia administrativo para eliminar DACA si así lo desea.

En ese sentido, el futuro de DACA dependerá de los cálculos políticos de la administración Trump, tomando en consideración que cualquier proceso que ésta persiga enfrentará desafíos legales.

La consecuencia inmediata del dictamen del Tribunal es que DACA está vigente. Esto hace aún más necesaria la aprobación de legislación que les proporcione una protección permanente contra la deportación y un camino a la ciudadanía a los beneficiarios de DACA.

Irónicamente, el estado de derecho regresó a 2012, fecha en que los ciudadanos le exigieron al Congreso, en aquél entonces, que proveyera soluciones al tema de DACA que solo el Congreso tiene autoridad para proporcionar.

Desde esa perspectiva, la lucha por DACA ha consumido más de ocho años y, sin embargo, el Congreso aún no ha ofrecido una solución final.

Debido a la inacción y a la negligencia del Congreso, los beneficiarios de DACA han soportado años de incertidumbre por alcanzar la regularización de su estatus y por obtener un camino para convertirse en ciudadanos del país al que llaman suyo.

La lucha por proporcionar a los titulares de DACA una protección legislada contra la deportación y un camino hacia la ciudadanía estadounidense es una lucha por la justicia.

Como cristianos, debemos abogar por hacer lo correcto y adquirir el bienestar de nuestros vecinos.

Ahora es el momento de ser los guardas de nuestros hermanos y hermanas, porque si el Congreso continúa sin actuar, los beneficiarios de DACA serán amenazados con la deportación nuevamente.

Debemos exigir a nuestros senadores y representantes que brinden una solución permanente a DACA.

En Mateo 25, Jesús nos ordenó a cuidar de nuestros vecinos y a amar a los extranjeros, especialmente si son niños. Primero que nadie, los cristianos deben relacionarse con las luchas de los beneficiarios de DACA.

Cuando Jesús era niño, sus padres huyeron de la persecución y emigraron a otro país para salvar su vida y garantizar su seguridad y bienestar.

Es importante comprender que los receptores de DACA poseen características que los hacen diferentes de otros inmigrantes en los Estados Unidos.

El derecho migratorio trata temas de derechos humanos, derecho internacional, asuntos de seguridad nacional, políticas económicas nacionales y extranjeras, derecho laboral, derecho de familia y, asuntos humanitarios.

Todos estos factores influyen en sus vidas, pero los receptores de DACA presentan otro problema. Fueron criados, educados y trabajan en los Estados Unidos. Poseen pocos o ningún vínculo con sus países de origen.

Históricamente, no representan una prioridad de deporatación para los oficiales llamados a ejecutar las políticas migratorias.

Aunque la mayoría de los receptores de DACA no son estadounidenses de acuerdo con sus documentos, sus perspectivas, sus cosmovisiones y sus estilos de vida son completamente estadounidenses. Todos los receptores de DACA se ven a sí mismos como estadounidenses.

¿Podremos nosotros verlos así? ¿Estaría usted cómodo con la deportación de 700,000 beneficiarios de DACA que fueron criados en los Estados Unidos?

Esa es la cuestión moral con la que debemos lidiar nosotros como cristianos y como estadounidenses. Ese es también el contexto subyacente de la decisión de la Corte Suprema en cuanto a DACA.

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